Poco a poco van consiguiendo desde la administración que veamos como normal los retrasos en los pagos de la factura de las recetas. Esta práctica contraria a la ley y a las buenas costumbres incumple la legislación y las directivas europeas que buscan que la Administración pague a los 30 días como máximo.
Este plazo supondría una capacidad de previsión y de consecuente gestión que permitiría la viabilidad de las farmacias y de casi todos los acreedores de las distintas administraciones. Por otro lado, forzaría a las mismas a mejorar en sus criterios de gestión y sobre todo mejoraría la transparencia de las cuentas al no poder encontrar sorpresas de mayor plazo.
Hemos de seguir unidos y presionando para que la farmacia vea respetados sus conciertos en todo y en particular a lo que atañe a los plazos de pago.
Pero hoy voy a centrarme en cómo afrontar esos impagos y en qué hacer cuando se normalicen.
Los atrasos merman nuestra liquidez y atacan duramente a nuestra solvencia. La manera de afrontarlos pasa por:
- 1.Reducir stocks
- 2.Negociar fuentes de financiación externas si no podemos (la mayoría), hacer frente a los pagos con nuestro dinero.
Reducir Stocks: Esta práctica deberíamos hacerla en todo momento, pero en estos momentos, se vuelve imprescindible porque la reducción en sí ya es una fuente de financiación. Empezar por lo que menos sale, por lo más caro y negociar su devolución o saldarlo si podemos (ponerlo de oferta o primar a nuestros empleados colaboradores en su venta, si es de venta libre). Menor Stock significa menor riesgo de depreciación del mismo y menor inversión circulante. Además es una vía para demostrar el impacto del impago a tus clientes y a la Administración que se retrasa.
Las fuentes de financiación externas pueden ser varias:
- Autofinanciación, si se poseen recursos.
- Financiación de la familia o amigos, si se dispone de este camino.
- La distribución y los laboratorios proveedores.
- La banca.
La elección pasa por cribar el coste de cada uno de los caminos. La autofinanciación o el recurso de la familia, además de soler ser mucho más limitado tiene consecuencias personales y no todo el mundo puede hacerlo.
La distribución debería ser un camino mucho más fácil pero también limitado y normalmente algo más caro porque, en definitiva, los proveedores no son bancos y acabarán recurriendo a los mismos convirtiéndose en un intermediario financiero. Tiene en su favor, el conocimiento que tienen del negocio y la relación continuada con nosotros. Deberían utilizarse en periodos cortos o limitados y tratar en cuanto se pudiera de volver a la situación precedente a la que provoca la necesidad de liquidez (impagos).
La banca es la solución porque este es su negocio. El primer recurso debería ser el banco con el que trabajamos y que debe conocer las necesidades que se tienen puntualmente (por el retraso en el impago) y además un histórico de buen funcionamiento como cliente durante otros periodos de tiempo en los que no se necesitó el dinero porqué no se produjeron los impagos. El producto que necesitaremos será el que más se ajuste a las necesidades de liquidez y al tiempo estimado de los retrasos. En principio y para un periodo de poco tiempo relativo (uno o dos años) yo me decantaría por una póliza porque las necesidades serán diferentes e intermitentes en el período (al igual que los retrasos) y en la póliza lo más importante es negociar los costes de entrada (comisión de estudio) y de mantenimiento (comisión de no disponibilidad, o lo que se paga de interés cuando no se dispone del dinero, es decir cuando la póliza está cubierta). El tipo de disponibilidad es relativamente importante, en función del la duración del uso. También sería bueno negociar que sea plurianual o que dure al menso los dos años, si ese es el plazo que estimamos, para ahorrarnos los costes de intervención notarial etc. Para soluciones de largo o medio plazo (inversiones, etc.) deberíamos recurrir a préstamos a ese plazo para no mermar la liquidez en función de las amortizaciones.
Y para los que no tengan posibilidades de crédito por ninguno de los cauces expuestos hay que extremar la gestión y barajar cualquier supuesto que la ley nos permita. Esos caminos nos deberían permitir renegociar con las entidades de crédito y con los acreedores mayoritarios alguna ventaja, sobre todo de plazo.