¿Hago o no hago una página web? ¿Invierto o no invierto en una nueva sección en mi farmacia?. ¿Cambio o no el sistema salarial y me introduzco en la gestión por objetivos? ¿Seré capaz de hacerlo?. ¿Estaré preparado?¿Lo estará mi gente?. ¿Es el mejor momento? ¿Cuánto dinero necesitaré? ¿Valdrá la pena?
Todos estos interrogantes y más son los enanitos que se introducen en nuestro estómago y que nos corroen cada vez que se nos ocurre algo innovador.
En estos tiempos tan convulsos, de tanto cambio, de crisis hay una serie de errores que cometemos cuando vamos a desarrollar alguna de esas ideas que he cuestionado al inicio.
- Planificar poco y mal. Es decir, no escribimos lo que vamos a hacer y por tanto no lo concretamos.
- Nos obsesionamos con los formalismos del plan en el caso de que lo hagamos y nos olvidamos de la concreción de las medidas en el tiempo. Hay que hacer y no paralizarnos por un análisis excesivo. La seguridad absoluta no existe y corremos el riesgo de que las cosas no salgan como esperamos. Y esta inseguridad es intrínseca con la innovación.
- Pensar y repensar mucho la imagen. Dejar todo para el “marketing” en sentido de imagen y el negocio es mucho más que lo que se ve. Muchas innovaciones acaban siendo solo pura cosmética y los clientes se dan cuenta de ello. Al final si no hay nada más que imagen, el negocio no acaba de arrancar.
- Ser demasiado perfeccionista y querer hacer demasiado de una sola vez. Poco a poco se dan pasos adelante y somos demasiado pequeños como para poder correr y abarcar mucho más de lo que nuestra capacidad nos permite.
- Determinar poco precisamente nuestra propuesta de valor para el cliente. ¿Qué gana el cliente con lo que vamos a hacer?. Esta es la pregunta clave.
- Planificar sin holguras. Es decir pretender que todo va a salir como si la vida fuera un reloj suizo. Hay que tener en cuenta que las cosas no salen exactamente como las planificamos y sobre todo en tiempos. Las innovaciones tardan en ser percibidas y aceptadas por el público y ello no debe desanimarnos.
- No tener “músculo” para aguantar con el tiempo y las inversiones que nos harán falta. Nuestra necesidad de éxito puede llevarnos a una expectativa poco real. Ser conservadores en cualquier supuesto que hagamos.
- Rendirse pronto. Si las cosas no salen como esperábamos hay que repensar los porqués. Y tener un plan B y uno C. La perseverancia es la clave del éxito de muchas iniciativas que nadie previó. Donde otros se cansan, nosotros creemos en lo que hacemos.
Respecto de las cuestiones iniciales yo te diría que adelante con todas. Hay que ser optimista, pero no basta con ello. Sistematizar, planificar y apostar fuerte son verbos de acción.
Actúa ahora que todavía hay tiempo.