Muchas obligaciones, ocupaciones y poca delegación traen como consecuencia falta de tiempo y de imaginación para resolver los problemas que nos han llegado con la crisis.
Estamos bloqueados, noqueados para afrontar las necesarias reformas que tendríamos que hacer en nuestra gestión diaria. Somos especialistas en buscar explicaciones de por qué no podemos hacer tal cosa o por qué no nos va salir bien.
Tomo de mi profesor Paco Guillen, una lista de excusas:
- No va a funcionar.
- No lo entenderán.
- Nadie aceptará mi idea.
- Costará demasiado cambiar los sistemas actuales.
- Me pilla cansado.
- No es lo nuestro.
- Ya se intentó.
- Demasiado adelantada.
- Nadie me escuchará.
Y al final, si tras superar cada una de esas excusas nadie te sigue, piensa si estás en el lugar adecuado.
Yo añadiría, otras:
- No es el momento. Ese momento se nos escapa siempre. Ya es el momento. Actúa.
- No sabré hacerlo. Pues prepárate. Siempre se puede más.
- Yo ya hago bastante con lo que hago. No es suficiente para hoy. Te valió en el pasado pero de eso ya no se come.
- No tengo dinero y los bancos no me lo dejan. Pues pon imaginación. Hay fuentes diversas de dinero y muchas maneras de conseguir los fines.
- No tengo tiempo. Pues prioriza. Busca el tiempo y acaba con los malos hábitos.
Y muchas más. Cuanto más tardemos en darnos cuenta que la crisis es para siempre, mejor. Lo que hemos venido haciendo hasta hoy y que nos dio tanto resultado en el pasado ya no sirve apenas para nada. Sólo sirve para animarnos a luchar por un sector que vale la pena, por una profesión que sobrevivirá a esta crisis y a cuantas vengan. Y no habrá políticos que nos lo impidan.