A todos nos motiva el éxito. A todos nos gustaría triunfar. Pero, ¿hacemos algo para mejorar en nuestra posibilidad de éxito? ¿Está el éxito en los genes? ¿Existe la suerte?
Todos conocemos casos de personas que sin hacer nada les fue bien y sin embargo de otras que haciéndolo todo lo bien que pudieron, les fue mal. ¿Uno nace o se hace…?
Yo creo que el éxito no se relaciona con quien uno es sino con lo que uno hace. Las múltiples decisiones que se toman a diario conforman un mapa de sucesos que es lo que lleva a ser lo que uno es, lo que uno piensa que es y lo que los demás opinan al respecto. El destino nos lo forjamos día a día. No existe la predeterminación. La suerte, el azar o la casualidad existen porque suceden muchas cosas que no controlamos, pero nosotros estudiaremos la causalidad, y no la casualidad, es decir las conductas que llevan al éxito (con mayor probabilidad, aunque lógicamente no del 100%).
Para alcanzar el objetivo de éxito son muchos los autores que han categorizado los hábitos y conductas que nos ofrecen una mayor probabilidad de alcanzarlo (pero efectivamente no es del 100% y ni siquiera me atrevo a cuantificarla) y que son:
- Concreción.
- Determinación. Es la determinación de alcanzar tus objetivos a largo plazo, de persistir en ellos a pesar de las dificultades. No esperes un éxito ni seguro ni inmediato. Nada es fácil y hay que luchar por ello.
- Evaluación. Has de evaluar de manera regular y frecuente tu progresión. Si no mides lo que haces no sabes lo que mejoras y no podrás cambiar tu comportamiento o las tareas a realizar para avanzar hacia tu objetivo. Lo que no se puede medir no se puede mejorar.
- Actúar.
- Céntrarse. No pensar en las dificultades o en lo que hacemos mal sino en los objetivos. No distraerse con aquello que puede ir mal, sino ponerse en marcha y superar las dificultades que irán saliendo.
- Convierte en rutina el reto. Practica asumiendo retos que no te apetezcan. Cada vez te serán más fáciles de superar. Y te prepararán para los que verdaderamente te interesen. Aprender de todo y a ser posible con bajo coste es una práctica que conduce al éxito.
- Proponte cambiar para mejorar.
- Realismo pero con exigencia. Cuando te plantees un objetivo confía en tu capacidad para lograrlo y tendrás la motivación que necesitas. No desestimes las dificultades que te encontrarás, pero no te centres en ello. Necesitarás poner esfuerzo pero estarás preparado para lo que venga. Proponte objetivos ambiciosos, conseguibles pero con esmero. Lo fácil no vale porque vale para cualquiera.
- Conoce tus limitaciones.
Otra clasificación de conductas para llevar al éxito la puedes encontrar en el libro los siete hábitos de la genta altamente efectiva, de Stephen Covey, que fue un best seller con más de 25 millones de libros vendidos y que se resumen en:
Los primeros tres hábitos van de la dependencia a la independencia. Pasan por creer, y concretar.
- Primer hábito. Sea proactivo.
- Segundo hábito. Empiece con un fin en mente.
- Tercer hábito. Establezca primero lo primero.
Los próximos tres hábitos hablan de la interdependencia, es decir por reconocer que hay más actores que influyen en los resultados de lo que hacemos.
- Cuarto hábito. Pensar en ganar/ganar.
- Quinto hábito. Procure primero comprender, y después ser comprendido.
- Sexto hábito. La sinergia.
El hábito final es sobre las mejoras continuas sobre las esferas personales e interpersonales de la influencia.
- Séptimo hábito. Afile la sierra.
Stephen Covey denomina a este hábito afilar la sierra por aquella historia que relata acerca de un leñador que se encuentra en pleno bosque tratando con mucho afán de derribar árboles con su hacha. Sin embargo, no le pasa por su mente que su hacha también requiere ser afilada cada cierto tiempo para que recupere su filo y pueda seguir brindando un buen servicio. Estudiar y reflexionar. Parar y meditar. Y después actuar. Pensar y actuar son dos acciones necesarias para el triunfo pero por separado no producen nada bueno.
Como verás todas estas aptitudes que se aprenden o se pueden aprender, conformarán la actitud si se interiorizan y en definitiva son las mismas. Autoevalúate y cambia lo que debas. Le atribuyen a San Francisco de Asis una oración que repetía como un mantra y que decía algo así como, Señor dame fuerzas para cambiar lo que deba cambiar y para mantener lo que deba mantener y sabiduría para distinguir entre ambas cosas. La reflexión vale para todos.