Hablar de trabajadores, de derechos, de horarios, de jornadas laborales, de festivos, siempre es polémico porque las posturas del empleador y del empleado suelen ser poco coincidentes y en la mayoría de las ocasiones están enfrentadas.
Sin embargo, y desde esta herramienta que tengo a mi disposición no quería dejar pasar la oportunidad de comentar algunos aspectos que están ahora mismo en el candelero y que me parece interesante comentar.
Obviamente esto vale para farmacias y para cualquier ámbito laboral.
En el siglo XVIII se produjo la revolución industrial y con ello la desaparición de numerosos puestos de trabajo que fueron los que las máquinas ocuparon. En aquel momento los trabajadores se agruparon y nacieron los sindicatos y todo ello fue el germen de la revolución, primero francesa y más adelante, ya en el siglo XX de la soviética. Esto no es una clase de historia.
La fuerza laboral que se quedó sin trabajo derivó en nuevas ocupaciones y en una elevación del consumo y del bienestar. Es decir, se ordenó la jornada laboral, se mejoraron las condiciones de los trabajadores, se consiguieron derechos, hoy obvios, como vacaciones, seguridad social, jubilación paro, etc. Se erradicó el trabajo infantil, se mejoró en definitiva la capacidad adquisitiva de una clase trabajadora; y se consolidó una clase media manteniendo la pirámide de las clases en función de la renta y que mantiene vivo el contrato social (ver Montaigne, La Boatié u otros del siglo XVI, Marx y otros como Maslow, Herzberg etc. del siglo pasado).
Hoy, estamos en la era de Internet, que ha provocado que todo el mundo pueda estar conectado y que junto con la robotización va a provocar que el 90% de los trabajos que hoy conocemos queden obsoletos en pocos años.
La ministra Bañez aboga por que la jornada laboral concluya a las 18:00 lo cual es muy loable como deseo.
Mi tesis es que efectivamente va a haber una mayor capacidad de producción que de consumo. Que va a haber muchos más trabajadores que trabajos y que por tanto habrá que inventar nuevos puestos de trabajo que den ocupación a las personas que deben ser los consumidores de lo que se produce y que por tanto deberían tener la capacidad de consumir, esto es renta disponible.
Yo no soy un experto laboral pero el sentido común me lleva a que si en la revolución industrial se reguló la jornada de 40 horas semanales, el derecho al descanso y las vacaciones, hoy deberíamos avanzar en esa dirección y continuar introduciendo cambios, mejoras y en definitiva, avances acordes al mundo y al estilo de vida en el que vivimos.
Hay muchas profesiones, entre las que está la nuestra que son servicios que deben estar abiertos en horarios extensos para poder prestarse a las horas en que los ciudadanos disponen de tiempo.
Pero en cualquier caso, lo que sí que podría hacerse es tratar de beneficiar con incentivos fiscales o sociales a quienes procuren conciliar la vida familiar de sus empleados.
Siempre se podría organizar el trabajo para que se reparta este de modo más conciliador con los intereses de todos sin que esto signifique mayor carga para el farmacéutico como suele suceder.
Y también se podrían autorizar precios diferentes en función de las franjas horarias de modo que se indujera a todo el mundo a adquirir bienes o servicios en un horario no tan amplio como hasta ahora y que produjera, de modo natural al subir precios, disminuir la demanda en esos horarios y por tanto el personal necesario para cubrirla.
Y todo ello con una presión demográfica sobre la farmacia ya que los que se jubilan, viven más (va a vivir más tiempo jubilados que los actuales trabajadores trabajando) y cobran más que los que entran a trabajar y además van a demandar mejores servicios sanitarios. El estado tendrá que hacer milagros para poder satisfacer esa demanda y esto va a originar una gran presión sobre el sistema español y en lo que nos concierne sobre la farmacia.
Por todo esto último, es un lujo que no se cuente más con la red asistencial de farmacia para prestar servicios, que lógicamente habría que remunerar pero que en cualquier caso y dada su preparación, presencia y cercanía, serán más productivos que otros que habría que crear. Y hay que revisar, precios mínimos de dispensación y horarios así como servicios que se prestan de modo gratuito y que con unos medicamentos tan baratos hay que revisar.
En definitiva, tenemos el mejor modelo del mundo según la OMS y según constatamos todos cada día, pero hay que hacer algo para adaptar el modelo a los tiempos y que sobreviva y hay que hacerlo desde dentro.