Gestionar el equipo es lo primero.
Gestionar las expectativas de nuestro equipo es un asunto complicado. Las personas marcan la diferencia en los servicios y en una farmacia tan sólo hay una cosa más importante que las personas, la ubicación y esto no podemos gestionarlo como quisiéramos pues la ley nos condiciona demasiado cambiarlo. Para poder gestionarlo es importante conocer el valor que esperan recibir los mismos por su dedicación y que va más allá de las condiciones económicas y las perspectivas de desarrollo profesional. Sus expectativas son importantes en cuanto que si se cumplen, total o parcialmente, los motivará a seguir empujando en la dirección que marquemos y si no, tendremos deserciones más o menos notorias, pero en un entorno tan competitivo, inasumibles en cualquier caso..
La voluntad de pertenecer a un grupo en el que se comparte el compromiso de un crecimiento en un ambiente de competencia cada día más agresiva, requiere de la confianza en una ayuda mutua frente a las dificultades e incertidumbres del trabajo y esto en una empresa de tamaño reducido, en recursos y sobre todo en espacio, es el principal valor que se les tiene que ofrecer como mínimo.
No basta con decirlo, hay que promover una cultura de colaboración.
Es preciso mostrar con ejemplos concretos que el titular de la farmacia, el empleador, es alguien en quien se puede confiar en los casos en que sea necesario. Esto requiere tiempo.
Y con esto no me refiero únicamente a los momentos que hemos atravesado en lo que hemos denominado crisis. Cada decisión que tomemos en relación con los colaboradores contribuirá a construir o deteriorar la confianza. Y para ellos es muy sencillo de observar: en los momentos en que se dan las circunstancias, si el titular es muy egoísta y antepone su comodidad, poniendo los resultados a expensas del sacrificio de los colaboradores o por el contrario aquel titular que da ejemplo y que se sacrifica constantemente en pos de la consecución de los mismos, evitando costes familiares a sus colaboradores. En definitiva dando ejemplo.
La primera opción destruye la confianza y perjudica a la organización.
La segunda consolida el compromiso y asegura el esfuerzo de todos para sacar adelante la farmacia por muy complicadas que se vuelvan las circunstancias.
Lamentablemente, en los últimos tiempos es cada vez más frecuente encontrar ejemplos de comportamientos egoístas que se han traducido en la quiebra de la confianza.
Hay que destacar, también y como caso contrario, farmacias que ofrecen contratos indefinidos y nunca despiden a sus colaboradores por problemas de desempeño, sino que les proporcionan en cada caso la orientación necesaria. En mi opinión cualquier problema de aptitud es corregible. Lo que me preocupa son los problemas de actitud.
Despedir a alguien por no saber hacer bien su trabajo es ciertamente injusto porque habría que ver si se le han proporcionado a esa persona las herramientas y el tiempo para aprenderlo.
Si quieres ser líder no tienes otra opción que elegir dar tú el ejemplo.
Tener el poder no te da la autoridad. En latín, Potestas no es lo mismo que Autoritas. Pero la puedes ganar cada vez que optas por el bien de tus colaboradores antes que por el tuyo propio. Y el resultado es que estarán dispuestos a hacer por ti lo que haga falta.
El ejemplo es el argumento más poderoso que existe en la vida y sobre todo en un entorno laboral tan pequeño como lo es una oficina de farmacia.
Es verdad que también encontramos ejemplos de actitud lamentable.
Empleados que no hacen caso de nada o de casi nada y a los que hemos dejado por imposible el reconducirlos. A esos hay que apartarlos de los clientes y a ser posible de la plantilla. Evaluar el coste de tenerlos y el coste de prescindir de ellos. El mal ejemplo también se contagia entre compañeros. Y tan injusto es tratar desigualmente a todos que hacerlo de una manera homogénea. Es decir hay que premiar las buenas conductas y así reforzarlas.
El ejemplo del farmacéutico titular es muy importante y el establecer unas reglas de juego claras para todos también.
Vivir bien es un derecho y una aspiración, pero de todos.