Nada cambiará si no cambiamos nosotros antes.
Las cosas cambian y nosotros con ellas. A veces arrastrados, a veces conscientes y en cualquier caso suceden. La tecnología cambia muy aprisa y con ella los hábitos. La demografía cambia despacio pero es imparable. Y nosotros viéndolas venir. En un entorno de crisis y de medios escasos tenemos la obligación de acertar en el cambio.
Gastar por gastar (cambiar por cambiar), es un riesgo inasumible (el cambio siempre comporta riesgo y oportunidad) y por ello cuando se plantee cualquier cambio hay que estudiar el impacto, la viabilidad y la oportunidad del mismo. Lo que no vale es aparcarlo para otro momento por sistema. Surfear la ola del cambio requiere habilidad y preparación para no acabar dándose un chapuzón en la realidad y vernos completamente mojados y superados por la ola.
Establecer prioridades, dotar de medios, preparar escenarios identificar oportunidades y riesgos y sobre todo creérselo uno mismo es caminar con algo de red sobre el precipicio del deambular diario. El mañana no está escrito y nosotros tenemos algún renglón para el mismo pero debemos afrontar nuestras carencias y limitaciones y ponernos manos a la obra. Resignarse es perder. Preocuparse es ocuparse de lo que está por venir y es una gran motivación para actuar o no sirve de nada. La preocupación como pose no es más que un mal hábito que conduce a la depresión y al abandono.
Sacar lo bueno que tenemos y que nuestros clientes aprecian es la base para que en el futuro estos clientes sigan siéndolo así como para atraer a otros con sus mismas demandas de valor.
Nuestra farmacia es única, al menos en nuestra ubicación y con nuestra gente pero eso no significa que sea mejor que las colindantes (que siempre las hay aunque sea a kilómetros) y sobre todo no significa que nuestros clientes no vayan a poder cambiar o comparar con otras posibilidades por cambios propios o provocados por la tecnología y sus tendencias.
Como decía, poner en valor los atributos que los clientes valoran para potenciarlos y comunicarlos y poner en evidencia lo que es superfluo y nadie valora o simplemente que hacemos mal o manifiestamente mejorable, es el principio del motor del cambio.
Escuchar activamente a nuestros clientes y a las tendencias en nuestro mercado es la clave para poder anticiparnos a las demandas futuras (o inmediatas de nuestros clientes). Recrearnos en lo buenos que hemos sido es muy peligroso.
Y si la situación ha cambiado de repente, por ejemplo por la apertura o traslado de un nuevo competidor (una nueva farmacia o parafarmacia o droguería incluso, entre nuestros clientes) pues mayor urgencia en plantearnos todo lo que estoy comentando, no conformarnos con resignarnos con nuestra mala fortuna y competir, y hacerlo bien.
Es importante también el recordar que el cambio no compete sólo al farmacéutico sino que hay que involucrar también a las personas que ejercen alguna función en la farmacia. En todas.
Si hay que reestructurar la plantilla buscar hacerlo de la forma más pactada posible, pero si hay que hacerlo, hay que hacerlo.
Si hay que cambiar habilidades y hábitos, también hay que hacerlo y no es discutible. Pero hay que persuadir y hacer cómplices a todos de la puesta en marcha de las medidas y del objetivo final.
La diligencia y la racionalidad han de primar en el proceso sobre todo cuando este afecta a personas que después del cambio han de convivir y colaborar activamente. Los que se desmoralicen o se recuperan o sobran. Y en cualquier caso, hay que establecer y dar a conocer los criterios que han llevado a la toma de decisiones.
Es muy importante tirar del carro. El farmacéutico ha de dar ejemplo y ser el primero en involucrarse en hacer lo que haya que hacer. Y es mucho mejor dar premios que castigos (funciona mas y genera mejor ambiente).
Las crisis, los cambios en definitiva, han de servir para alinear al equipo y para mejorar los procesos y pondrán en evidencia quienes están y quienes no, por la labor de hacerlos o quienes se descolgarán y nos pondrán en bandeja la oportunidad para hacer lo que probablemente habría que haber hecho mucho antes.
El otro gran problema ante un cambio (el primero es convencernos a nosotros y quienes nos rodean de la necesidad del mismo), es qué cambiar.
Lo cómodo e inútil es seguir haciendo lo que se esté haciendo o bien dejarse llevar por lo que hacen todos (eso es muy corriente pero siempre nos sale mal porque lo hacemos tarde y copiamos solo lo que se ve y no el proceso). Ser mediocre no debiera ser una opción. Si se quiere ganar el futuro hay que prepararse desde el presente y actuar con decisión. El cambio en el entorno es más rápido y profundo de lo que pensamos.
Todo lo que tu tardes en actuar será tiempo que les das a tus adversarios para hacerlo antes y mejor que tú.
Intentar nuevas cosas aunque a veces te haga parecer un incompetente porque no salen, es necesario y sirve de entrenamiento. Se aprende mucho más de los errores que de los aciertos. Y además no existe otra opción para triunfar hay que arriesgar o que te toque la primitiva.
No hay que rehuir los problemas por incómodos que esto sea o por cómodo que parezca ser el quedarse en nuestra zona de confort.
Al final tu convicción y persistencia convencerán a los que valga la pena convencer y a los que no…
Lo difícil como venía diciendo es decidir qué cambiar, pero esto no es fácil de explicar a una persona que no quiere verlo, que no siente la necesidad del cambio.
Repensar, debatir, cuestionar nuestra farmacia, el modelo, el futuro, es lo que nos dará las claves, pero no es fácil no de hacer ni de poner en práctica, pero nadie dijo que fuera a serlo.