Una farmacia tiene razón de ser en la medida en que al frente de la misma haya un profesional que lo sea y que garantice con su saber y con su patrimonio que me va a dar el mejor de los consejos.
Al igual que cuando uno toma un avión y espera al frente del mismo un piloto experimentado y una revisión del aparato por técnicos competentes, cuando uno entra en un quirófano espera un equipo médico cualificado, cuando lleva el coche al taller espera un mecánico competente, en una farmacia uno confía en encontrar al profesional sanitario más próximo y generalista que sea capaz de darle el mejor consejo para su salud.
No debiera ser cuestión de suerte que en un establecimiento sanitario uno se encuentre con una persona cualificada y que su interés profesional prevalezca sobre el económico.
La salud no es un negocio. Aunque se pueda y se deba gestionar y aunque sea el modus vivendi de muchos profesionales de la misma. Trabajar en la salud es trabajar por vocación y es un área en la que la deontología debe primar frente a otros intereses particulares.
Al igual que un dentista que se juega su propio prestigio y patrimonio, nunca trata igual a sus pacientes y no da la misma seguridad y garantía que una cadena con un señor al frente que quiere, lícitamente, ganar dinero, y que contrata en función de sus intereses. El modelo farmacéutico actual no es comparable al presente en otros países con modelos liberalizados en donde las cadenas controlan todo el proceso de la dispensación y en la mayoría de los casos de la producción, distribución y prescripción de medicamentos.
Y sin embargo esa mayor exigencia que requiere el modelo actual pasa por:
- Buscar servicios de excelencia
- Formarse permanentemente (todo el equipo humano)
- Asesorarse en lo que no se es experto
- Buscar socios y relaciones más intensas con empleados, clientes y proveedores
- No esperar que la crisis pase. No pasará. Ni esperar soluciones por parte de otros (la administración, los amigos, familiares, etc.)
- Apoyarse en la tecnología y en las nuevas posibilidades que nos brinda.
- No esperar a realizar cambios. Haciendo lo mismo no podemos confiar en que obtengamos resultados diferentes.
- No demorarse en hacerlo. Siempre hay vacaciones para esperar que pasen para hacer algo, pero ya será tarde.
Las cadenas tiene una gran ventaja que surge del volumen de operaciones que realizan y de la profesionalización de sus gestores. Tiene también debilidades en el sentido de que están en manos de personas que no sienten el negocio como propio. El volumen de operaciones lo puedes solventar agrupándote con otros o implicándote en los proyectos conjuntos que se generan desde tu distribuidor mayorista en el cual, que si tiene capital farmacéutico y cree en las posibilidades del modelo actual, te facilitará la competitividad. También hay industrias de diverso calado y propiedad que acabarán por decantarse en nuestro país por apoyar el modelo actual si no les forzamos a lo contrario. Apoya y apóyate en quienes te ofrezcan un futuro apetecible y en mi opinión, los cambios hay que hacerlos desde dentro, desde la reflexión y sin urgencias.
Piensa en global pero actúa en local, es esta una máxima que nos permitirá adecuarnos a nuestros clientes y competir por nuestro futuro. Nosotros somos, todos y cada uno, los máximos responsables de nuestro futuro y de nuestro papel en la sociedad que estamos construyendo.